Contradicciones de un canal cultural en un gobierno que intentó y falló en matar la difusión y promoción de la cultura
Mario Alberto Palacios
De los 19 años que colaboré en el Canal 28 del Gobierno de Nuevo León, más de la mitad de ellos fueron dedicados de manera directa a participar en programas culturales, principalmente el noticiero de Imaginarte, que hoy, después de cuatro o cinco años, vuelve a resurgir.
A la vez de que me alegró y por mucho saber que regresara a la pantalla este espacio, referente durante más de una década o quizás más de la difusión de las diversas disciplinas artísticas, académicas y culturales se hacían en Monterrey, Nuevo León, México y el mundo, me entristezco y además externo mi coraje y malestar de su reincorporación cuando los diversos directivos y el actual gobierno estatal lo mataron. De feos modos y peores maneras.
¿Qué se pretende ahora en el ocaso de una administración estatal de un mandatario que se burló, pitorreó, humilló, destrozó, y hasta literalmente vomitó de todo aquello que fuera, oliera, pareciera, sonara, luciera y se llamara Cultura en todas sus expresiones?
¿Se busca subsanar una carencia de espacios de información de contenido cultural en la ciudad capital de uno de los estados más importantes del país? ¿Se quiere corregir errores? ¿Complacer a algún grupo de interés o personaje en específico?
¿Es necesario revivir a un muerto?
¿O la falta de creatividad para no sólo buscar nuevos contenidos, sino incluso, nombres para un programa, son las principales motivaciones para una llamada nueva época de Imaginarte?
Y no sólo es la culpa del mandatario que se afirmaba que la cultura era de jotos, sino que no servía para nada leer libros, salvo El Libro Vaquero. Ni vestir toga y birrete daba inteligencia como les dijo a los integrantes del Consejo Universitario de mi amada UANL en un informe del rector “Sálganse a jalar, trabajen en las calles, y no hagan sus reunioncitas con esos gorritos y estas batitas” les dijo, ante el silencio culposo y cobarde de directores de facultades y funcionarios universitarios.
La culpa de la muerte de Imaginarte, del cual primero fui reportero y después jefe de información, fue también mía y de los jefes y productores y directivos que tuve y ante los cuales me enfrente, pero en batallas y guerras perdidas de antemano. Sencillamente al interior del Canal 28, ni les importó ni les interesó -ni tampoco lo entendieron porque desconocían de lo que se hablaba, faltos de incultura diría Carlos Monsiváis-, la difusión de lo que hacen artistas plásticos, galerías, museos, universidades, colegios, músicos, teatreros, compañías de danza y demás fauna que día a día busca como mantener viva la expresión cultural en una sociedad mercantilista, cervecera y futbolera.
En los últimos 15 años los presupuestos destinados al Consejo para la Cultura y las Artes se han ido reduciendo de manera sistemática, dejando prácticamente sin fondos programas de apoyo y estímulos a los artistas y creadores y promotores culturales, y también a nivel federal, con un presidente que afirma apoyar la cultura, se han repetido la historia de recortes y supresiones de becas, fideicomisos y apoyos. Ni se mencione el caso de las televisoras públicas y las radiodifusoras que han vivido sus peores épocas.
Imaginarte estaba muerto antes de que los secuaces de El Bronco tomaran por asalto en octubre del 2015 las instalaciones de Radio y Televisión de Nuevo León, desde donde pretendieron y lograron desplazar a los promotores y difusores de contenidos culturales y artísticos, para volver a Radio Nuevo León y TV Nuevo León, hoy de nueva cuenta Canal 28, medios al servicio del pueblo, con contenidos populares quesque para hacerlos más accesibles.
Si, Imaginarte fue muriendo lentamente en los sexenios de Natividad González Parás y de Rodrigo Medina, sencillamente por la indolencia de los directores y coordinadores de área, que veían como estorbo al programa, unos por su bajo raiting, otros porque no les dejaba margen de hacer negocios al margen del erario público restringido. Todos porque faltos de educación, de capacidad de razonamiento y envueltos su analfabetismo funcional, dejaron de apoyarlo, quitándole personal, espacio, equipo.
Fui despedido en el 2016 del Canal 28, nombre que desde mi pequeña trinchera siempre defendí como la identificación de un medio televisivo público con el cual crecí e hice mío desde mi adolescencia, con sus transmisiones de películas extranjeras, su vinculación con TV UNAM y después el Canal 22, sus contenidos culturales, sus programas de música regional, Betín, el programa de Rock America, precursor de lo que sería MTV. Por cuestiones políticas se convirtió en TV Nuevo León y por más de 12 años se mantuvo así hasta que se le llamó RTVNuevo León.
Quizás de las pocas cosas atinadas que hizo Rodríguez Calderón fue el obligar por inercia a recuperar el nombre original de Canal 28 (bautizado así porque se transmitía desde el piso 28 del edificio Latino en el centro de Monterrey) y como popularmente se le conocía aun y con el malestar de los directores desde la época de Judith Grace González, pasando por Iñaky Alzugaray, Roberto Canales y hasta los más recientes que impuso el actual mandatario.
Cansado de confundirse con el uso de siglas, El Bronco dijo que para y para muchas personas se le conocía como 28 y así, por decreto, se volvió a sus orígenes.
Sin embargo, los zalameros de siempre, intentaron en vano crear TV Libertad, pero fallaron. Sí lograron asestarle un golpe mortal a Opus 102.1 del sistema de Radio Nuevo León, cambiándole no sólo el nombre y razón social, sino su contenido, para que dejara de ser una espacio para el disfrute de la música seria e inteligente, culta (el folclor con la música vallenata y la regional que trasciende épocas y generaciones y pasa la prueba del ácido al superar el andar del tiempo), pretendió y fue durante un largo y doloroso periodo, suplantada por expresiones musicales populares, que demeritó la calidad de sus contenidos y redujo aún más su audiencia.
Pero se está a tiempo siempre de enmendar la plana, corregir los errores y superar retos y obstáculos.
Imaginarte en esta nueva etapa llega en condiciones extrañas, difíciles, complicadísimas, no sólo por la pandemia del Covid-19 y los daños a mediano y largo plazo que dejará en la economía, la salud, la convivencia social y la operatividad de todos los sectores.
Sin teatros, sin escuelas ni galerías ni museos. Sin actividades académicas. Sin conciertos, ensayos, ni grupos dancísticos o musicales o teatrales. Sin presupuestos, ni fondos públicos y privados, Sin públicos, pequeños, medianos o grandes, El personal que haga Imaginarte tendrá que hacer de tripas corazón, y de la nada un todo para contribuir a mantener la difusión de las ideas, las expresiones artísticas y culturales, el ser y sentir y pensar de los artistas y sus públicos, empeñados en subsistir y salir adelante más allá de toda pandemia, y más allá de todo interés personal y político de quienes detentan el poder público.
Recuerdo que cuando surgió el grupo Asia, una mega banda de rock progresivo integrada por excelentes músicos provenientes de una docena más de superbandas, decía un crítico de manera atinada: “Si tiene cola de Ceratosauro, espalda Spinosauro, cabeza y colmillos de Tyrannosauro y cuerpo de Apatosauro, es un dinosaurio nuevo, pero al final es un dinosaurio”.
Lo mismo podría aplicarse, y espero y quiero equivocarme, con Imaginarte. Ser un dinosaurio en la nueva normalidad.
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